Todos hemos tenido una primera
cita donde estás nervioso, te piensas y re-piensas lo que te vas a poner, te
vistes, no te convence, te cambias, pones un esfuerzo extra en peinarte, te
planteas mentalmente posibles conversaciones o temas… Hasta que llegas al lugar
de la cita, donde pueden pasar muchas cosas.
Por un lado puedes llegar y, a
los diez minutos, darte cuenta de que no tenéis nada en común, que no te gusta
nada, que no le gustas nada o que es un gilipollas (y sí, yo he vivido las
cuatro opciones). Así que deseas que la cita pase rápido o, si tienes un plan
B, has hablado con alguna amiga para que te llame a la media hora para darte un
plan de huída.
Por otro lado puede ocurrir que
empecéis a hablar, que la conversación sea interesante, pero que haya algo que
no te termine de convencer. Algunas veces lo identificas pero, en muchas otras,
es más una sensación. Así que, aunque la cita haya ido aparentemente bien, no
hay una segunda.
Y, por último, está la que nos
encanta a todos: la cita va genial, todo perfecto, no hay silencios incómodos y
quedáis para una segunda vez. ¡Bien! ¡Victoria! Ese día vas saltando a casa de
la alegría y esperas que los días pasen rápido para volver a veros.
Pues bien, también tenemos una
primera cita con un libro. Y no me refiero a irte a una cafetería a leer ni
nada de eso. No. Me refiero a ese momento con una novela en que dices “sí,
estoy deseando llegar al segundo capítulo” o bien cuando dices que no vas a
seguir leyendo.
Y ¿cuándo llega este momento?
Porque, en esas treinta páginas,
puedes encontrarte con los tres ejemplos anteriores:
1.- Que a los diez minutos de
empezar, decidas que aquel libro no era para ti y lo tienes muy claro. Siendo
realistas y sinceros, esto suele pasar poco. ¿Por qué? Pues porque, cuando te
empiezas a leer un libro, antes te has podido leer la sinopsis del mismo o te
ha podido atraer la portada. Y, solo por esto, le vas a conceder más de diez
minutos.
2.- Lees esas treinta primeras
páginas y, aunque esté bien escrito, los personajes parezcan redondos o la
historia pueda ser interesante, no te termina de enganchar. Cada vez que pasas
una página sientes cierta pesadez y, en definitiva, no termina de gustarte. Así que lo dejas.
3.- El libro te gusta y estás
deseando llegar a la siguiente página.
Pues, estos tres puntos, se
determinan en las treinta primeras páginas. Porque, esas primeras páginas, son
lo más importante de la novela: si no logras enganchar a los lectores en ellas,
por muy buena que sea luego, la gente dejará de leer.
En mi caso, tanto cuando publiqué Los Descendientes: de mago a hechicero, como con el resto de borradores que
tengo en el horno, siempre he intentado que las treinta primeras páginas
resulten atractivas y que, al menos, siembren la semilla de la curiosidad en el
lector como para que quiera seguir leyendo.
Es cierto que, hasta hace un
tiempo, yo daba de margen cincuenta páginas: si al llegar a ese número seguía
sin estar enganchado, dejaba el libro. Pero, ahora, dado que tengo un montón de
libros en la estantería esperando a que los lea, pues he reducido a las
treinta, que es lo que dicen los expertos en estos temas.
Por eso, si un libro no te ha
enganchado en esas treinta primeras páginas, es bastante seguro que no te
enganche el resto. Y es que, por lo que he vivido, leído e investigado, se pone el triple de esfuerzo en revisar las treinta primeras páginas que en el resto del libro. Precisamente por esta razón: porque en ese número está la clave para que se siga leyendo o no.
Pero, como he dicho, esto es lo
que dicen los expertos en estos temas. ¿Tú qué opinas? ¿Lees solo hasta las
treinta primeras páginas? ¿Lees más? ¿Cuándo decides seguir con un libro o
dejarlo?
Un saludo y sigue leyendo.
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