Ayer me terminé de leer La casa
de los espíritus, de Isabel Allende, y tengo que decir que me gustó
mucho,
aunque también es cierto que no era la primera vez que me lo leía. Hace muchos
años lo termine pero, gracias a esta memoria prodigiosa que Dios me ha dado,
apenas me acordaba de un par de cosas, así que me lo leí casi como si fuera la
primera vez.
La
casa de los espíritus es la historia de una familia de Latinoamérica, que
empieza su recorrido con una niña de siete años y que termina con la nieta de
esta, cuando tiene unos veintipocos. A parte de los pensamientos y vivencias de
las mujeres de esa familia, también cuentan la perspectiva de uno de los
hombres, dando un contrapunto y más variedad al relato.
Aunque
a primera vista os pueda parecer un libro aburrido, en el que solo cuentan la
historia de una familia, la verdad es que es todo lo contrario. La forma de
contarlo, de narrarlo, lo que ocurre y como ocurre llena el relato de emoción y
de esas ganas de querer seguir leyendo.
Una
de las cosas que más me ha gustado es que, ante todo, es un libro protagonizado
por mujeres, de heroínas femeninas, que cuentan sus penas, sus alegrías y los
baches que tienen que pasar en la vida, todas ellas diferentes pero con un
vínculo familiar común. Desde la pequeña Clara, capaz de mover objetos con la
mente o hablar con los espíritus, su hija Blanca, destinada a una vida que no
ha escogido por causas externas a ella y, la hija de esta, Clara, una pequeña
de pelo verde (herencia de su tía Rosa) que no le importa sacrificarse por los
demás. Durante el relato aparecen más mujeres, todas con gran carácter, fuerza
y entereza, demostrando que, a pesar de ser un tiempo en el que las mujeres
apenas eran un jarrón más de la casa, ellas se hicieron un hueco, se
diferenciaron y marcaron una diferencia.
De
manera que si ahora mismo no tenéis nada que leer, os lo recomiendo. De final
algo duro, pero un muy buen libro que, creo, que todos deberíamos leer en algún
momento.
Y,
así, para terminar, os dejo dos frases que me encantaron del libro, uno del
principio y otra del final.
-
Estaban de acuerdo en que la posesión demoníaca y la soberbia eran dos pecados
demasiado grandes para una niña tan pequeña.
Y,
sin duda, mi preferida.
-
Ninguna pincelada es inútil.
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